Cosas del Cuerpo

>> sábado, 11 de abril de 2009

“Few of us have lost our minds, but most of us have long ago lost our bodies.” (Ken Wilbur)

Como nos lo dice cualquier tratado de filosofía, la primera, y la más fundamental de las preguntas que se puede formular el ser humano es “¿quién soy?”

La respuesta, aunque de un grado de complejidad tal que hasta la fecha no ha podido ser contestada satisfactoriamente, entre muchos aspectos implica una reflexión y búsqueda de lo que es nuestro cuerpo. Y es que, aunque sea una forma reduccionista de ver las cosas, finalmente, cada uno de nosotros es el producto de una relación sexual, Un simple acto de creación biológica instintivo que los humanos hemos elevado a la mayor de las complejidades y que hemos cargado de un enorme peso significativo.

Los antiguos egipcios enumeraron y aceptaron más de una docena de comportamientos sexuales. Nosotros, en la actualidad somos mucho más pobres en este respecto y cada práctica sexual conlleva una carga ético moral que, en ocasiones, ha incluido cruentas luchas para obtener el permiso social para ejercerla.

Las reglas sexuales, la relación entre los sexos y sus implicaciones sociales, éticas y morales han convertido al simple acto sexual reproductivo, en el más complejo de nuestros comportamientos y eso, evidentemente tiene grandes y graves implicaciones sobre el cómo percibimos, sentimos y vivimos nuestro cuerpo.

Dice Max Nettlau, el anarquista alemán, que la única libertad que existe es la libertad de morirte de hambre, en el otro extremo de la paleta, la Iglesia Católica nos enseña que todos somos producto del pecado original y, que por lo tanto incluso la decisión sobre cuando y como queremos morir es una decisión que no nos pertenece.

Lo que podemos y no podemos hacer con nuestro cuerpo es una de las características fundamentales de ese proceso que llamamos civilizatorio. Comunicarnos, regular la sexualidad, tu utilidad (o inutilidad) como recurso humano y si puedes o no pertenecer a alguien corporalmente son las características fundamentales que marcan las diferencias entre los sistemas sociales que ha sido capaz de concebir el ser humano en tanto que estos aspectos son los que determinan como podemos o no podemos relacionarnos entre nosotros.

Es todo un reto encontrarte a ti mismo, encontrar tu identidad, en toda esta maraña de las iniciaciones sacramentales de la Iglesia, de los “Contratos Sociales” rousseanos no firmados, de las dialécticas del amo y el esclavo hegelianas, los tótems y tabús freudianos y los arquetipos jungianos del inconsciente colectivo. Amarte a ti mismo para que puedas amar al prójimo resulta casi imposible.

Por si todo esto todavía no fuera suficiente, lo que se puede o no se puede hacer con el cuerpo también está controlado por las expectativas que tiene la sociedad sobre la persona.

Desde la forma como se transmite la Educación Física a través de las rutinas de repetición y el deporte competitivo se nos programa para mantener sano el cuerpo para que puede desempeñar correctamente sus funciones como herramienta de trabajos repetitivos en ambientes laborales competitivos.

El trabajo de la mujer y por lo tanto la expectativa social en torno a ella, sigue siendo la función reproductiva. Ella ha de producir ciudadanos, trabajadores y soldados suficientes y aptos para que funcionen en y funcione todo el sistema. Para desempeñar mejor su labor de incubadora y objeto sexual se le impone un arquetipo de belleza inalcanzable. A la mujer se le quiere tan atractiva como una Barbi, una modelo de Playboy, una Miss Universo o por lo menos, semejante a la protagonista de la última telenovela. Por ende se tiene que disfrazar con tintes, maquillajes, dietas, rutinas de gimnasio, y, si nada de esto funciona, recurriendo a cada vez más sofisticadas (y costosas) cirugías plásticas.

El valor estético del cuerpo femenino es el sustento de una de las industrias más productivas creadas por la humanidad actual. Como bien dijo alguna vez Marlyn Monroe: “In Hollywood a girl’s virtue is much less important than her hairdo. You’re judged by how you look, not by what you are. Hollywood’s a place where they’ll pay you a thousand dollars for kiss, and fifty cents for your soul. I know, because I turned down the first offer often enough and held out for the fifty.”

Nadie está contento con el mayor regalo que le dio la vida. Nadie se gusta, nadie se quiere, nadie se respeta como es. Incluso en los misticismos modernos la maravilla del cuerpo humano se reduce a la prótesis, a un contenedor temporal, a una condición imperfecta más en este valle de lágrimas que es vivir en esta estación de paso que es la Tierra.

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